El origen del mito

"Narra la leyenda
que la ciudad de Akra Leuka
la fundaron los Heraklidas"

lunes, 14 de junio de 2010

Entre la espada y la pared.

Primer match-ball salvado. El Hércules, tras empatar en el Hades de Cartagonova con un partido sobervio y sobreponerse a sus propios nervios en el Rico Pérez frente a los bukaneros de Vallecas, llega a la gran final del campeonato. El sorteo, denominado suerte, azar o destino, ha querido que esta finalísima de finales sea en el pequeño campo de uno de los pocos equipos Reales que encontramos en nuestra geografía y el que, probablemente, sea el más honesto de todos: el Real Unión de Irún. Allí, en tierras vascas, que ni los romanos, ni los árabes ni Carlomagno fueron capaces de tomar, será donde el destino del Hércules para la próxima temporada y, por qué no, para su futuro más inmediato, se decante por un camino y no por otro. Es increíble como un momento tan puntual, tan concreto y además tan simple como cualquier otro puede decidir tanto. Dos opciones: victoria o derrota, gloria o catástrofe, cielo o infierno. Nada más visto en el horizonte.
El día... o la noche, de la cual salimos hace no mucho tiempo y a la cual nunca querremos volver. El frío, la soledad, la incertidumbre... son sensaciones que nos inundaron en su día y las cuales desearíamos olvidar, pero que lamentablemente son muy difíciles de apartar. Ansiamos el día... con su alegría, vitalidad, proyección... con todas sus enriquecedores impresiones. Pues bien, 90 minutos lo decidirán. Es poco tiempo, pero es justo. Aquello que no hemos sido capaces de hacer en 41 jornadas, hagámoslo en una. Después de todo, queremos hacernos grandes, y para ello, tenemos que hacer grandezas. Como dijera Julio César allá por mediados del último siglo antes de Cristo: "alea iacta est"

jueves, 3 de junio de 2010

El último trabajo de Hércules.

A veces, cuando mi habitual empanada se crece hasta formar una gran torta de cuatro kilos, rememoro aquel 1-1, en partido de pretemporada, frente al Tothenham Hotspurs, citado no sé si a finales de agosto o principios de septiembre del año 2008. Recuerdo que me sentaba en la parte derecha, a media altura, de la mítica grada de fondo norte, el antiguo "Territorio Banderas", que ahora pertence a los hijos herculanos de los famosos hooligans ingleses, y era la primerísima vez que lo hacía, pues durante siete temporadas había estado posando mi pequeño culo en una de las últimas butacas de la parte derecha de Tribuna alta. Como ya dije antes, empatamos a uno, con gol del nunca recordado por desconocido brasileño Addison, y salí del estadio de mis amores con la sensación que por esas fechas y tras haber conocido de primera mano a las incorporaciones estivales siempre me ha inundado y, quieran los dioses, siga haciéndolo: ILUSIONADO. A veces lo recuerdo, obviando todo lo que desde aquel momento hasta el instante en el que me dispongo a recordar sucedió. Han pasado ya, aunque parezca mentira, casi dos años. En aquella temporada que contra el Tothenham se preparaba, rozamos la gloria con la puntita de los dedos, pero ni ofreciendo la mayor cantidad de puntos que alcanzábamos a imaginar aquella tarde de fines de verano conseguimos cumplir el sueño. Fue el primer round, el primer asalto. En este segundo, que desde sus inicios pareció ser un mero trámite, las cosas se nos complicaron de nuevo hasta ver peligrar el premio desde hace ya unos cuantos meses. Si, hemos remontado el vuelo, es cierto. Ahora hemos demostrado lo que queremos y de lo que somos capaces, lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Y el mejor escenario para reiterarlo es Cartagonova, lo más parecido a un infierno que podemos encontrar en un gran puñado de kilómetros a la redonda. Quizá sea, simplemente, cuestión de fe y de intuición, pero recuerdo que el último trabajo de Hércules fue descender a los infiernos y capturar a Cerbero. Después de miles de finales, entre las que incluyo la visita a Zaragoza, el recibimiento del Tenerife, la llegada de Betis o Real y la salida a Levante, creo que ha llegado la hora de recibir el premio de convertirnos en dioses, de hacer al Hércules tan grande a los ojos de España como lo es para nosotros. Que sea lo que tenga que ser...